miércoles, 16 de mayo de 2012

Ganar al mar.

Mariano Dios, un hombre de mar, me cede este texto para publicarlo en el blog del Mítico.


El otro día, un domingo de buen tiempo y bastante viento, zarpamos de Combarro bajo el mando de Alberto, sobre un barco que tenía las ganas de darlo todo, de tonificarse un poco, quizás para entrar en calor por las bajas temperaturas. En contra de lo que se puede intuir, los acuario somos más aéreos que líquidos, así que para mí se trataba de un día perfecto.
Navegamos de largo y través hasta las Islas Ons. Casi a su llegada nos preguntamos qué hacíamos entonces. Una de las islas la teníamos a proa y casi era la hora de llenar la andorga (como diría El Quijote si cambiase el caballo por un balandro). Se produjo una situación que me recordaba algo que había leído y se lo expuse al resto de la tripulación: dicho texto pertenece a Simone Perotti, lo cito más abajo impulsado a hacerlo por los demás, con quienes he pasado un gran domingo.

“Un día estaba realizando un viaje. El capitán había dado la orden de zarpar a pesar de que había mar gruesa. Debía cumplir una promesa: llevar a la isla de Ponza a la madre de la novia. Su futuro yerno era un famoso regatista, y en este caso había que navegar para alcanzarlo. ¡Qué idea la de casarse en una isla! !y con mal tiempo!
El capitán sudaba la gota gorda, orzando con el timón y amurando, cambiando de rumbo, abatiendo el barco, recibiendo las olas en el casco y maniobrando para evitar balanceos peligrosos. El mar estaba al límite: con olas de medio metro más de altura se habría producido un desaguisado.
En el puente de mando, además de él había dos marineros y un par de muchachos habituados a navegar a vela.
Cuando vimos la isla de Zannone, prácticamente en el centro de la proa, uno de estos jóvenes preguntó: .
Desde el punto de vista de la derrota la pregunta era correcta: no se hacía más ruta pasando por aquí o por allá. Pero la pregunta hizo que el capitán esbozara una mueca muy elocuente. En sus adentros no ansiaba más que poder protegerse del viento al abrigo de la isla. En un momento había comprobado la diferencia entre un marinero y un regatista.

El primero busca refugio, piensa en la conservación del barco, no tiene en consideración la derrota más que en relación a la seguridad. Su credo es lograr el equilibrio entre las fuerzas, conseguir la anulación de la energía planetaria en el punto exacto en el que navega. El segundo busca el enfrentamiento, quiere presión, evita toda protección, enfoca la ráfaga, vislumbra en sueños el pestañeo exacto de la zozobra. En el mar (¿quizá también en la tierra?) hay que diferenciar entre quienes viajan y quienes compiten. Los primeros tienen en su ánimo el momento de la salida y los segundos el de la llegada. En los primeros la salida no defrauda nunca, en los segundos la llegada puede provocar grandes desilusiones. También sus barcos son diferentes. Los de los marineros que esperan zarpar tienen el mástil bajo, la botavara corta y la línea de agua a menudo por debajo de la eslora. El barco de quien suspira por alcanzar la llegada es nervioso, tiene potentes suplementos y colores y números que lo hacen único. Es bajo de línea, como si quisiera deslizarse a la altura de las olas. Dispone de un mástil y una botavara que parecen superar las leyes naturales. A bordo de los primeros se acumulan objetos de uso común, mientras en los otros son restos de lastre.

El hombre que prefiere las carreras tiene el desafío en el corazón, y su barco gime y entona un himno guerrero. Un código deportivo regula sus maniobras. Su navegación contempla la presencia de otros hombres y otros barcos como el suyo. El hombre que zarpa solo abandona la tierra, espera recomponer separaciones y olvidos, y para llevarlo a cabo no tiene necesidad de ningún rumbo preciso, sino de puertos acogedores. Desea volver, pero solo de vez en cuando.”

Un abrazo

Mariano Dios Díaz Pontevedra, 24 de enero de 2011

3 comentarios:

  1. Joder Pablo menos mal que citas la fuente y dice es de Mariano sino pensaría que se te había ido la olla.....

    Dani Black Sam (esperando la crónica de la Toubes)

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  2. si pero tiene razón Mariano ¿que preguntó el joven marinero? pierde todo el sentido. quique

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  3. Me viene a la mente una regata en la que teniamos que virar el Carrumeiro Chico en la ensenada de Finisterre. Cuando apenas habíamos salido de la Ría de Noya, una espesa niebla nos cubrió. En ese momento nuestra posición en la regata era de destacados como últimos de la flota. Cuando de regreso volvimos a entrar en la Ría y la niebla se disipó, cual sería nuestra sorpresa de vernos delante.
    También en las regatas algo sobre navegación se ha de saber.

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